miércoles, 15 de febrero de 2012

Camisa de caballero

   Repasando mis correos, Facebook, Twitter (que no puedo con él), nuestro blog, y unos cuantos más que sigo (casi) a diario, me he encontrado esta maravilla. Digo maravilla, porque a mí me encanta lo sencillo pero repleto de imaginación y no cosas extravagantes o demasiado sofisticadas. Ya me conocéis, el trapillo es lo mío.

   Merece la pena darle publicidad. Haz clic sobre el título para ver cómo se consigue y juzgad por vosotras mismas.



Ya sabéis, este verano, todas con camisa de caballero ¿a que sí?

P.D. Lo he encontrado leyendo el blog de eat, love, craft



Carnaval

Se acerca la noche de las máscaras, la noche de Carnaval, ya sabéis todo eso de Don Carnal y Doña Cuaresma.

¿Cómo empezó?

   En la primera entrada del blog, os aseguraba que no es difícil empezar a hacer piña para viajar con las amigas y divertirse. Nosotras empezamos con Ibiza, y el año pasado estuvimos en Bangkok. ¡Casi ná!

   La chispa surgió de una escapadita a Roma, en pleno mes de julio. Rosana, Ana Vega y yo. El hermano Meseguer organizaba un viaje con “las madres del comedor”, que desconozco porqué razón se quedó en agua de borrajas. Yo no pintaba nada en ese trajín, porque mis hijas no iban a ese colegio. Pero ambas decidieron no perder la ocasión e irse solas si hacía falta; y Rosana me dijo ¿te vienes? Por entonces yo tenía auténtica fobia a los aviones, y además no conocía ni de vista a Ana. No era el mejor plan, pero dije que sí. Inolvidable aquella primera vez.

   Visitamos todos, todos, toditos, TODOS, los monumentos que había que ver, y aún nos dió tiempo de ir un día a Florencia. Entretanto, descubrimos las compras de marcas falsificadas y/o imitaciones que aún no habían inundado España. Nos subimos a los transportes públicos sin billete. Y para remate, fuimos a cenar a un Alfredo’s (falso también) que ni era el exclusivo restaurante que esperábamos, para el que nos acicalamos con nuestras mejores galas, ni degustamos los famosos fetuccini (allí se tomaba lo que te servían y punto), ni estaba en un barrio muy recomendable. Un error de bulto, a causa de tener la dirección equivocada. Después de salir del estupor de vernos en aquel cuchitril sin glamour, aunque sumamente limpio, eso sí; de mesas de caballete con mantel de papel de estraza, y sillas de tijera como aquellas de colores de nuestra infancia en La Explanada, regentado por una mujer rechoncha, viva imagen de la típica mamma italiana, y repetirnos como diez veces “No puede ser, no me lo puedo creer”, decidimos que aquello no iba a estropear las ganas de divertirnos.  Y vaya que sí nos reímos. No vimos las fotos de las celebrities colgadas de las paredes, lógicamente, pero aquella mujer, tras comprobar que éramos “decentes” y que nos habíamos equivocado de sitio, nos agasajó lo mejor que supo y hasta nos enseñó fotos de su familia que era lo más preciado para ella.

   Habíamos quedado que podíamos hacer más escapaditas. Una vez al año. Pero como pasa siempre: si alguien no arranca, nadie se mueve. A los dos años, durante una cena en el racó, recordando las anécdotas de este viaje, sucedió lo típico:
- “Venga pues de este año no pasa”.
- “¿Sí? ¿Y a dónde vamos?”
- “Pues, a Ibiza, por ejemplo.”
- “¿A primeros de julio?”
- “Sí.”
- “Pili, tu lo organizas.”
- “Vale, vale.”

Estoy segura que ninguna pensaba que lo haríamos. Ni yo me molesté en buscar nada. Jueves, 4 de julio de 2002, cinco de la tarde. La hora de los toros. Una llamada de, la siempre inquieta, Rosana:
- “¿Has mirado algo del viaje?”
- “Sí [mentira podrida], en un rato te llamo y te cuento”.
Menos mal que contaba con un as en la manga.

   Mi querido César Corredor, agente de viajes en Barceló, me salvó la situación; lo arregló todo en un pis-pas. A las dos horas, poco más, llamaba a Rosana, Mamen, Ana y Gloria:
- “Mañana salimos en el barco desde Denia a las cuatro de la tarde ¿Vienes o no? Tengo que confirmar ya. Si no te decides no cuento contigo. La agencia cierra a las ocho y son las siete y pico.”

   Y allí fuimos a parar, a un hotel de tres estrellas fantástico, el Hotel Ibiza Playa, en Figueretas, al que seguimos yendo todos los años, desde el 2002, y en el que nos reciben y tratan como el que espera ver a alguien de la familia cada año en vacaciones.



   Hemos tenido que decir que no a mucha gente querida que quiere unirse a estas aventuras, pero es que cuando el grupo se hace demasiado grande no es fácil tomar decisiones, moverse, reservar hotel, transportes, mesa, etc. Es más, directamente te consideran como grupo y te cobran más caro. Así como suena. Y luego, si a una le dices que sí, ¿por qué a la otra que no?

   Ibiza es un destino sumamente agradable, fuera de los tópicos de desmadre y masificación. Si necesitas información para organizar tu viaje escríbeme aquí.